¿Por qué hay más niños que niñas con Altas Capacidades?
Esta es, definitivamente, una idea errónea, pues no existiría una diferencia sustancial entre la cantidad de niños y de niñas que presentan Altas Capacidades Intelectuales, siendo las mismas, similares.
Ahora bien, sí es cierto que el porcentaje de niños identificados con Altas Capacidades Intelectuales (ACI) es mucho mayor que el de niñas; en una proporción de cuatro a uno.
¿Por qué se da esta desproporción?
La primera hipótesis se relaciona con el comportamiento comparado entre niños y niñas. En términos sencillos, los niños con ACI con más proclives a presentar una conducta que delata, que hace “ruido”, generando a veces, molestia en el curso y la consiguiente consulta. En tanto, las niñas tenderían a pasar más desapercibidas, a camuflarse mejor y en todo caso, las consecuencias de su frustración se observarían en la disminución del rendimiento escolar, y en el desarrollo de cuadros de ansiedad y depresión.
Sobre este punto la Lic. Marta Touron plantea “la manera que los chicos tienen de interactuar con el entorno y con la realidad que les rodea es diferente, los chicos tienen una manera más expresiva, (…) hay síntomas claros de que ahí pasa algo. Son niños disruptivos, que no están prestando atención o que, de alguna manera, están alarmando a los maestros o a los padres. Esto no pasa tanto en las mujeres, porque las niñas tienden a camuflarse, a esconderse, tienen una capacidad de adaptarse al entorno más fuerte; porque en ellas prima más la necesidad de sentirse miembros de un grupo”.
Lamentablemente, esta desproporción suele extenderse hasta la adultez, donde aún hoy es relativamente común observar un menor porcentaje de mujeres en ámbitos de decisión.
Intentando buscar más de una respuesta a este fenómeno, consideramos la existencia de diferentes variables:
En una primera instancia podemos hacer alusión al Síndrome del impostor, un sentimiento intenso de falsedad o falta de autenticidad con respecto a la autoimagen de competencia, experimentado por personas con una apreciable historia de éxitos. Las personas que padecen este síndrome experimentan importantes dudas acerca de sus habilidades, y creen que éstas son continua e injustificadamente sobreestimadas por los demás. De esta forma, no creen ser merecedoras de los éxitos que obtienen, y se preocupan de que los demás puedan descubrir en cualquier momento que no son tan brillantes como parecen; generando en las mismas un sentimiento de fraude.
Que este fenómeno afecte mayormente a mujeres posee distintos orígenes:
Entre ellos podemos mencionar a los mandatos sociales y estereotipos de género que históricamente han vinculado al hombre con la inteligencia. Es común que, frente a un estudiante con buenas calificaciones, si es niño se lo considere inteligente y si es niña, aplicada o estudiosa. Ese sesgo se traslada a la consulta por ACI, donde las familias generalmente presentan mayores sospechas sobre sus hijos varones, promoviendo el infradiagnóstico de niñas con ACI.
No es azaroso que muchas mujeres sean identificadas en la adultez, luego de verse reflejadas en los comportamientos de su hijo ya identificado.
Otro factor que favorece el Síndrome del Impostor refiere a la menor proporción de referentes femeninas en espacios de poder. Si bien en la actualidad esta situación se está equiparando, históricamente los sitios de liderazgo han sido ocupados en su mayoría, por hombres.
Estas variables afectan en gran medida la autoestima de las mujeres, en quienes se observa una tendencia, que, en palabras de Jeanne Siaud -Facchin refiere: “A una mujer le cuesta más que a un hombre creerse inteligente”; por lo que, al momento de aplicar a un empleo o examen, deben sentirse completamente seguras de poder tener éxito.
Finalmente, el fenómeno del camuflaje social o masking, no sólo afecta a la población infanto-juvenil, conllevando un impacto significativo en las mujeres adultas; quienes pueden verse conducidas a modificar su comportamiento con la finalidad de evitar situaciones de acoso laboral o rechazo social.
A modo de cierre y frente a estas barreras y desafíos, no sólo es importante hacer un llamado a la sociedad toda, sino especialmente a las mujeres, a cuestionar las creencias erróneas sobre sí mismas, superar estas limitaciones y promover una mayor participación femenina, para que la igualdad sea una realidad consolidada.
Columna realizada por la Lic. Ananda Rosso