Las elecciones de Córdoba de este año tienen varios puntos novedosos, que no se dieron en las últimas dos décadas y media que el peronismo cordobés en sus distintas variantes lleva al frente del gobierno de la provincia. Por un lado, será la primera vez desde que José Manuel De La Sota llevara al poder a una coalición heterogénea conducida por el peronismo pero integrada por demócratas cristianos, liberales, conservadores populares, entre otras fuerzas políticas, que el candidato no será ni el fallecido gobernador ni el actual, Juan Schiaretti, por estas horas embarcado en su aventura presidencial. Martin Llaryora, quien, según el mismo De La Sota, se había “recibido de dirigente provincial” en las legislativas de 2013, donde lo enfrentó con una lista interna, será el encargado de preservar la llama del peronismo cordobés al frente de los destinos de la provincia.

El intendente cuenta con varios activos que lo hacen muy plausible de ganar: una sólida y transformadora gestión al frente de la municipalidad de Córdoba, el aparato hasta ahora infalible en elecciones ejecutivas del peronismo cordobés a su favor, y cierta división interna de la oposición a nivel nacional que repercute en los caciques provinciales. Por otro lado, el peronismo cordobés también tiene varios frentes abiertos que lo complican de cara a un triunfo. Los conflictos de este año con médicos, docentes, los casos de gatillo fácil con el caso de Blas Correa como el más resonante, los graves problemas de inseguridad que azotan principalmente a la capital y a ciudades como Rio Cuarto, y escándalos como todo lo sucedido posteriormente al accidente del otrora todo poderoso y actualmente caído en desgracia Oscar Gonzalez.

En este marco, la lista del kirchnerismo cordobés, encabezada por Federico Alessandri y con dirigentes del espectro progresista, tiene pocas posibilidades de dañar verdaderamente la candidatura a gobernador de Llaryora. La mayoría de sus votos no son necesariamente del peronismo cordobés, sino mas bien del campo progresista, mientras que, dado la situación económica a nivel nacional, hay pocas posibilidades de que una lista identificada con el peronismo a nivel país pueda obtener un porcentaje significativo en una provincia históricamente anti kirchenrista como Córdoba.

En ese sentido, otro de los grandes jugadores de la elección nacional, el libertario de ultra derecha Javier Milei, no ha logrado hacer pie en la provincia con un armado electoral importante, al igual que le sucedió en otros distritos del país, terminó bajando prácticamente todas sus listas provinciales con la excepción de La Rioja y, por ahora, provincia de Buenos Aires, pagando el precio de la inexperiencia en el armado de la política grande. Esto, según la lógica, beneficiaria a la oposición, ya que los votos del “león” libertario irían a la lista encabezada por Luis Juez, y no a Llaryora. La gran incógnita es cómo jugará Mauricio Macri, el ex presidente tiene una imagen negativa superior al 70% en casi todo el país, con la excepción de Córdoba, donde todavía mantiene números relativamente buenos dadas las circunstancias. De acuerdo con su entorno, Macri se siente más cómodo con el sucesor de Schiaretti al frente del peronismo provincial antes que con Juez, con quien nunca logró congeniar y además ve como un dirigente imprevisible, que no le asegura ningún tipo de influencia de cara al futuro.

El escenario está abierto en varios frentes, la campaña aún no comenzó y todavía no se sabe mucho de números ni encuestas, que, por otro lado, siempre resultaron poco confiables. Estará por verse quién es, efectivamente, el ganador en esta contienda. Por lo pronto, el peronismo cordobés está en una encrucijada que lo lleve al futuro y a una renovación dirigencia importante o a una derrota histórica, la moneda está en el aire.

Por Gonzalo Fiore