Todo concluye al fin, todo tiene un final… Argentina jugó mal y perdió bien contra los bravos uruguayos, que después de cargarse a Brasil, le quitaron un largo invicto a los campeones del mundo. Por eso, lo de Uruguay fue un Bombonerazo que le permite ilusionarse con el futuro. Para la Selección de Scaloni, un freno de mano a una línea de rendimiento que venía cada vez más ascendente.
Más allá de la falta de ingenio, precisión y circuitos de Argentina, fue una misión imposible encontrar mal parado a Uruguay, un equipo que demostró su trabajo con la pelota, pero fundamentalmente sin la pelota. El retroceso de camisetas celestes a la hora del repliegue jamás tuvo fisuras. Y Argentina se fue resignando a esa maraña que le propuso esta intensa Uruguay, que siempre tuvo a mano una respuesta a cada modificación táctica que propuso Scaloni, quien jamás le encontró la vuelta a un planteo rival que le puso la frutilla del postre en ese contragolpe fulminante de Darwin Núñez para poner el 2-0.
Perdió Argentina y es noticia. Uruguay lo doblegó con un planteo diseñado a imagen y semejanza de su entrenador. Esta vez, el maestro superó al alumno. Y más que nunca, quedó demostrado que lo único eterno y para siempre es la gloria alcanzada hace un año.