Vistas desde lejos todas las personas concentradas en sus arenosos y rojizos terrenos parecen pequeñas hormigas que trabajan al mismo compás. Recuerda mucho a aquella distopía amurallada y sin ley llamada Kowloon, pero mucho peor. Estamos hablando de Serra Pelada, un lugar al que el oro convirtió en una especie de “infierno en la Tierra”.
La historia de Serra Pelada se remonta a la época de 1979 y comienza con un niño cuya suerte lo llevó a encontrarse una pieza de oro de unos seis gramos aproximadamente escondida en un río. Aparentemente el pequeño pueblo brasileño tenía algo que lo hacía muy atractivo: una gigantesca mina de oro ubicada a unos 430 kilómetros al sur de la desembocadura del imponente río Amazonas.
Pronto se corrió la voz del hallazgo del pequeño. Su descubrimiento dio paso a una de las excavaciones mineras de oro más salvajes y violentas de toda la historia, pus comenzó a correrse el rumor de que había más oro en una zona rural cerca del lago en Pará. El sitio iba a estar abierto al público, lo que quiere decir que cualquiera podía ir a explorar las entrañas del río en busca de oro. Luego de eso, ya no hubo marcha atrás.
En pocas semanas el lugar estaba atestado de buscadores que pensaban sacar el mayor provecho posible de Serra Pelada y garantizar el sustento y un mejor futuro para sus familias. El trabajo no era fácil, aun así llegaban hombres de todo Brasil. Ganaban entre 2 a 3 dólares al día y tenían que cavar a mano las parcelas de la mina, pero no sin antes tener que bajar y escalar nuevamente cientos de metros de escaleras y cuerdas.
Un verdadero pozo sin fondo
Todos los que fueron a Serra Pelada con la idea de encontrar oro fácilmente se encontraron en un verdadero abismo lleno de barro y con extenuantes y cada vez más largas jornadas de trabajo. Los mineros tenían que cargar consigo pesadas bolsas con hasta cien kilos sedimento por escaleras de madera derruidas que se situaban sobre los escombros para poder sortearlos. Si tenían suerte, entre toda la tierra habría alguna piedrita brillante.
Llegar no era fácil al principio. Como se trataba de una zona remota, solo se podía acceder por avión o a pie. Los mineros tenían que pagar grandes sumas de dinero a taxistas que lo llevaban hasta un camino de tierra para que, desde allí, caminaran casi 20 kilómetros hasta Serra Pelada.
Violencia desmedida
Al principio se lograron encontrar grandes piezas de oro. En una ocasión los mineros hallaron una de casi 7 kilogramos, que valía unos 100.000 dólares al cambio en el mercado de principios de 1980. Pero, más allá de las valiosas piedras, los terrenos de Serra Pelada estaban llenos de violencia. La ciudad que se levantó a sus alrededores pasó a ser conocida por sus asesinatos y mala vida de sus habitantes.
De muchos mineros no se volvió a saber nada. Los que se aventuraban a trabajar en sus lodosas arenas se arriesgaban a que la violencia que rodeaban al pueblo rural se quedara con sus riquezas y hasta con sus vidas. Los asesinatos estaban a la orden del día.
Un famoso brasileño, Sebastião Salgado, se propuso viajar a las minas de Serra Pelada para retratar lo que allí ocurría. En su recorrido logró tomar algunas de las imágenes más impactantes que se hayan registrado sobre este sitio: hacinamiento, trabajadores sucios, cansados y envueltos en el caos de encontrar oro, que muy pocos en realidad conseguían. El fotógrafo narró su vivencia a los medios.
“Se me pusieron los pelos de punta”, fue lo primero que dijo Salgado del lugar donde el desarrollo que había experimentado la humanidad parecía haberse frenado. Además comentó que aunque había viajado a muchos sitios durante su carrera, nunca vio uno como la caótica Serra Pelada. Según el fotógrafo, “a nadie lo llevaron por la fuerza, pero una vez que llegaban, todos se convertían en esclavos del sueño del oro y la necesidad de mantenerse con vida. Aseguró que una vez que se estaba dentro, era imposible irse.
Salgado dijo que el que llegaba a la mina podía encontrarse con una “visión extraordinaria y atormentada del ser humano: miles de hombres esculpidos por barro y sueños”. No se escuchaban palabras, sino murmullos y el sonido de picos y palas. Todo lo hacían las manos cansadas de los mineros, no había maquinarías, solo el sueño de encontrar oro.
Un esfuerzo agotador
La frustración y el agotamiento se asomaban en las caras de los trabajadores, quienes, al no encontrar nada, pensaban que la mejor opción era cavar más profundo. El problema de esa idea era que mientras sus hoyos se hacían más hondos, también aumentaba la peligrosidad de la mina, ya que sus frágiles paredes de arcilla se venían abajo, enterrando las excavadoras y su oro en sus profundidades.
Pero los que lograban llenar sus sacos con sedimento aún tenían otra ardua tarea por delante antes de saber si alguna pepita brillante se asomaría entre la tierra: escalar las paredes de la mina con la carga de lodo al hombro por endebles escaleras de madera y sogas cientos de metros.
El descubrimiento de oro en el Serra Pelada no fue igual que en otras áreas del planeta. Este yacimiento de oro se enriqueció cerca de la superficie como consecuencia de la circulación del agua de lluvia. A estos depósitos, exclusivos de toda la vasta área del Amazonas, se les conoce como “enriquecimiento supergénico”, por eso aún no se explica del todo el caso de Serra Pelada.
Aunque hay varias hipótesis, una de ellas es la de que el agua de lluvia entró en contacto con la materia orgánica en descomposición de la selva amazónica, adquiriendo acidez. Esa agua ácida, a su vez, se convierte en una especie de red iónica que atrae el oro; es decir, que puede unirse a ella y ser transportado por moléculas que penetran en el suelo y se acumulan para formar una tierra enriquecida de oro. En esta peligrosa zona se han encontrado una de las piedras de oro más grandes.
Y mientras los mineros esculcaban la tierra en búsqueda de pepitas de oro, en el pueblo que se levantó a su alrededor abundaban las mujeres, el alcohol y tristemente un alto índice de asesinatos. Al mes ocurrían de 60 a 80 muertes que quedaban impunes.
Meses después de que comenzó la fiebre del oro en Serra Pelada el Ejército brasileño tomó la zona y se hizo cargo de las operaciones. El objetivo era evitar la explotación de los trabajadores y los conflictos entre mineros y propietarios. El gobierno del país caribeño ofreció comprar el oro recolectado, que, oficialmente, fue poco menos de 45 toneladas. Pero se estima que el 90% del oro encontrado en este hoyo kilométrico fue sacado de contrabando y se estima que aún quedan unas 20 o 50 toneladas por extraer.
En la actualidad Serra Pelada sigue considerándose como un área peligrosa, pero por los altos niveles de contaminación que quedaron como producto de las operaciones mineras. Hoy en día en este lugar desolado no parece haberse desatado el infierno que de hecho provocó la búsqueda de oro.
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